Si estás leyendo esto, hay una parte tuya que ya lo intuye: no viniste a la Tierra por error.
Tu alma eligió encarnar. Eligió este cuerpo, esta época, esta familia, este escenario… y no, no fue para sufrir.
Entonces, ¿por qué lo hizo?
Encarnamos para experimentar.
El alma es energía pura, pero para poder sentir, crear, amar, perdonar, soltar, reparar, necesita atravesar experiencias en un plano material.
No alcanza con saberlo a nivel energético. El alma necesita vivirlo.
Y para eso, el cuerpo es la herramienta perfecta.
Sí, incluso cuando duele. Incluso cuando se siente incómodo. Porque el cuerpo, con todo lo que trae, es el medio para que el alma se conozca más profundamente.
Encarnamos para recordar.
Cada vida es una oportunidad para recordar quién sos en esencia, más allá de las etiquetas, los miedos, los roles y los mandatos.
Es como jugar a las escondidas con vos misma: el alma se esconde un rato… y vos venís a buscarla.
Eso que llamás “despertar espiritual” no es más que ese momento en que dejás de buscar afuera y empezás a reconectar con lo que tu alma ya sabe.
Encarnamos para evolucionar.
Cada vez que elegís el amor sobre el miedo, la conciencia sobre la reacción, la autenticidad sobre el personaje… tu alma da un paso gigante.
¿Y sabés qué es lo más loco? Que muchas veces elegimos encarnar en situaciones complejas justamente para empujar ese proceso. No porque seamos masoquistas, sino porque el alma no busca comodidad, busca expansión.
Pero entonces… ¿yo elegí esta vida?
Sí. Aunque hoy te cueste creerlo.
Antes de encarnar, el alma traza un plan general con aprendizajes clave, encuentros necesarios y temáticas a explorar. No todo está escrito, pero hay una intención clara.
Y aunque no recordemos todos los detalles, nada de lo que vivís es aleatorio.
No estás pagando karmas como castigo. Estás eligiendo escenarios para sanar, para crecer, para volver a vos.
En resumen:
Encarnar es un acto de valentía.
Es venir al plano más denso para recordar tu luz.
Es jugar el juego del olvido… sabiendo que en algún momento vas a volver a casa, a tu esencia, más fuerte, más sabia, más despierta.
No viniste a “ver qué onda”.
Viniste a vivir con intención.