Durante mucho tiempo, incluso yo pensaba que canalizar era algo “muy elevado”. Que solo lo lograban quienes meditan en silencio por horas o tienen una conexión mística con planos inalcanzables. Spoiler: no es así.
Canalizar no es un superpoder. Es una capacidad natural.
Lo que pasa es que nos enseñaron a desconfiar de nuestra intuición. A creer que si no escuchamos voces como Morgan Freeman o no vemos luces violetas, “no canalizamos nada”. Pero la verdad es que la información sutil está entrando todo el tiempo. Vos la recibís cuando te duchás, cuando cocinás, cuando te despertás con una idea que no sabés de dónde vino. El canal está activo. Siempre lo estuvo.
¿Y entonces por qué no nos damos cuenta?
Porque buscamos señales afuera, mientras adentro hay una radio encendida a todo volumen. Porque creemos que hay un método único, una forma correcta. Porque esperamos que venga alguien a decirnos “vos podés canalizar”.
Pero lo que necesitás, en realidad, es empezar a registrar lo que ya estás recibiendo. Sin juicio, sin filtro, sin querer entender todo al instante.
️ Canalizar se entrena. Se afina. Se baja a tierra.
Y eso empieza por reconocerlo. Por dejar de esperar algo mágico y aceptar lo cotidiano como sagrado. Porque lo que hoy te parece una idea suelta, mañana puede ser una verdad profunda.
No hace falta que “entiendas” lo que recibís. Hace falta que lo escuches. Que lo valides. Que confíes.
La puerta ya está abierta. ¿Entrás o seguís esperando que alguien te dé permiso?
Canalizar no es solo para brujas, mediums o iluminados. Es para vos, que sentís cosas sin explicación. Que soñás y se cumplen. Que sabés sin saber por qué.
La diferencia está en si decidís confiar en eso o seguir esperando que alguien te lo valide.
Canalizás más de lo que creés. Y cuando lo empezás a observar, te das cuenta.
